miércoles, 18 de enero de 2012

Reflexiones

Reflexiones


Estamos en diciembre de 1860. Juárez salvó a México manteniendo a raya a todos sus adversarios.

Sin otro recurso, valiéndose únicamente de una venta eventual, y tardando sistemáticamente, dando tiempo al tiempo para vencer los riesgos de la empresa, había logrado el reconocimiento norteamericano, rompiendo con esta maniobra el bloqueo diplomático, facilitando la expedición del Código de la Reforma, y sacando todos los beneficios de una presunta alianza que neutralizaba la intervención europea, hasta tener asegurado el triunfo independiente de su partido.

Para un novicio en diplomacia internacional, aventajando a la vez a Buchanan y a Palmerston y quebrantando el régimen colonial en México, no era poco lo logrado. Y al tiempo que publicó el decreto que coronaba el Código de Reforma: la libertad de cultos, González Ortega vencía a Miramón, en el pueblo de Calpulalpan, donde este general conservador sufrió la derrota final.

El día 25 de diciembre de 1860, las fuerzas constitucionalistas entraron en la capital en triunfo. Tales triunfos se verifican, por lo común, sólo una vez en el decurso de la vida; pero tan completa resultó la conversión de la capital y tan popular su conquista, que a petición del público se repitió la función ocho días más tarde, y con éxito igual.

El día 11 de marzo de 1861 Juárez recorrió en su coche las calles de una ciudad que ya dos veces había celebrado su conquista con un entusiasmo sin igual, según la prensa, desde la proclamación de la independencia en 1821, y por más de ocho horas recibió una ovación que, al repetirse la historia, “acaba de repetirse con la misma espontaneidad, con el mismo entusiasmo, con el mismo arranque de júbilo, al llegar a la capital el Presidente de la República”.

Toda esta historia del liberalismo en México está insertada en actual Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y uno de los artículos emblemáticos pudiera ser el número 24, que a la letra dice que “todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley.

El Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohíban religión alguna. Los actos religiosos de culto público se celebrarán ordinariamente en los templos. Los que extraordinariamente se celebren fuera de éstos se sujetarán a la ley reglamentaria”.

Así estábamos, muy tranquilos, cuando se publicó en los medios impresos nacionales que los diputados del Congreso de la Unión abrían la puerta a la Iglesia para oficiar en público y que a cambio de la mesa directiva de San Lázaro, los chuchos avalarían la reforma al artículo 24 constitucional.

A cambio de la presidencia de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, un sector del Partido de la Revolución Democrática (PRD) convalidaría la reforma de PRI y PAN al artículo 24 de la Constitución para instaurar en México la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión y permitir así los actos de culto, ceremonias o devociones en privado y en público.

Algunos priistas de Oaxaca, un sector de diputados de PRD y PT reprocharon la prisa por aprobar una reforma que, advirtieron, representa un avance de las iglesias y un retroceso al Estado laico.

El PRI amarró los votos de la corriente Nueva Izquierda, a condición de que los priístas eligieran a Guadalupe Acosta Naranjo (PRD) como presidente de la mesa directiva por cuatro meses. Consumado el trueque, los chuchos festejaron con gritos y saltitos de gozo en sus curules.

Emilio Serrano, que ha usufructuado el control de personas de la tercera edad en Iztapalapa, era uno de los más felices. Su postura, que reflejó la de Nueva Izquierda, dio pie a que un puñado de perredistas y petistas cuestionara la inmoralidad de que Enrique Peña Nieto negociara la reforma para agradar al Papa, pero también “la impudicia y la avaricia de los chuchos” de avalar un retroceso histórico con tal de entronizar a Acosta Naranjo.

Un sector del PRD se prestó hoy a derruir al Estado laico, expresó Avelino Méndez Rangel. Negociador fundamental de los cambios, según declaró el coordinador del PRI, Francisco Rojas, Alejandro Encinas (PRD) soltó: esto es así, ni pedo.

El entonces presidente de la mesa directiva, Emilio Chuayffet, facilitó que se dispensara el trámite legislativo para que el dictamen aprobado el miércoles sólo por 19 panistas y priístas en la Comisión de Puntos Constitucionales se discutiera en el pleno.

Mordaz, Porfirio Muñoz Ledo (PT) cuestionó: ¿de cuándo a acá Chuayffet resultó religioso? Él forma parte de una minoría musulmana, que con esta reforma será aplastada. La reforma incluye el cambio de todo el primer párrafo del citado artículo, bajo la concepción de que no reconocer la libertad religiosa convertiría al Estado mexicano en anticlerical.

En cambio, definen los considerandos, la libertad religiosa es el complemento necesario, es decir, la otra moneda del Estado laico... que no ignora ni desprecia la religiosidad del pueblo manifestada en la libertad de creencias... no discrimina a los creyentes ni a los no creyentes.

Además, indica, el Estado constitucional democrático es laico porque respeta la libertad de conciencia y de religión. Pero debe dejar claro que un Estado que se dice laico para despreciar o ignorar las convicciones personales o religiosas no es un Estado constitucional democrático, sino su antítesis: un Estado autoritario o sectario, al servicio de una minoría.

El dictamen, que en la redacción final contó con la negociación directa de las perredistas Enoé Uranga y Teresa Incháustegui con el priísta Francisco Rojas Gutiérrez, pretendía incluir el derecho implícito de los padres de familia o tutores a enviar a sus hijos a escuelas religiosas, con el argumento de que eso forma parte del ejercicio de la libertad en la materia

Así, facilito, toda nuestra gloriosa historia patria quedaría en el aire, con el mal olor de un pedo legislativo a la manera actual: esto es así, ni pedo. Cabe hacer una reflexión, con humildad republicana: murieron los gigantes y no nos dejaron herederos.

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