viernes, 20 de enero de 2012

Reflexiones

Reflexiones


Ni el PRI ni el PAN han podido impedir la fuga de capitales. La pobreza y el desempleo son tan graves que las palabras ya no alcanzan para dramatizar. Habiendo tanta riqueza en México, qué haría o que diría un candidato presidencial en esta año 2012. Esa es la pregunta y estas son las cifras.

A tiempo que millones de mexicanos viven en medio de una pobreza atroz, las cuentas bancarias que los adinerados mantienen en el exterior alcanzaron un saldo superior a 80 mil millones de dólares, lo que representa un aumento de 62 por ciento desde el arranque del actual gobierno.

Entre enero y noviembre de 2011 se enviaron al exterior más de 6 mil 310 millones de dólares para ser depositados en cuentas bancarias o como préstamos en el exterior.

Esos recursos se sumaron a los 74 mil 291.6 millones que había de saldo al cierre de 2010 para totalizar 80 mil 601.8 millones hasta septiembre del año pasado. Adicionales son los 83 mil 188 millones de dólares a que llegó el monto de las inversiones directas realizadas por mexicanos en el exterior.

Estos recursos, a diferencia de los depósitos bancarios, han sido destinados a la adquisición o creación de empresas. Desde 1980, la mayor salida de capital fue de poco más de 2 mil 501 millones en el segundo trimestre de 1996. Tres años después, entre enero y marzo de 1999, cuando la incertidumbre impulsó una salida masiva de recursos que totalizaron 3 mil 134.3 millones, la mayor cantidad registrada para un trimestre.

En el arranque del siglo XXI, cuando en México se inició la alternancia gubernamental, se batieron todas las marcas: entre julio y septiembre de 2001 salieron 5 mil 603.3 millones de dólares; otro récord superado fue entre abril y junio de 2005, cuando la salida de divisas se elevó a 6 mil 61.2 millones; para el segundo trimestre de 2006 se fueron del país 8 mil 340.2 millones, y en los siguientes tres meses otros 7 mil 643.7 millones.

Según los registros oficiales sobre los depósitos bancarios en el extranjero realizados por mexicanos, a partir de 2001 el saldo se ubicaba en 48 mil 345.3 millones de dólares; en 2002 bajó a 46 mil 625.8 millones; para 2003 volvió a descender hasta 44 mil 219.3 millones, pero para 2004 se elevó a 48 mil 690 millones.

El 2005 cerró con una cifra menor, de 42 mil 871.8 millones, pero para finales de 2006, cuando se produjo el cambio de gobierno federal, los depósitos bancarios en el exterior se elevaron a 49 mil 777.8 millones; en 2007 la cifra llegó a 57 mil 691.7 millones y para 2008 rebasaron los 70 mil 557 millones.

En contraste el panorama laboral de los jóvenes en 2012 y los próximos años, se presenta sumamente difícil, ya que este sector tiene y seguirá afectado por tasas de desocupación muy alta, precariedad en los empleos, informalidad de los mismos y ausencia de seguridad social, y no se vislumbra que esta situación pueda cambiar en el mediano plazo.

Las repercusiones más severas de la crisis se resienten en la mano de obra juvenil, en especial en el grupo de entre 14 y 19 años de edad, golpeado por una precariedad laboral extrema, falta de oportunidades e incertidumbre en el trabajo.

En los años recientes gran parte de la mano de obra juvenil ha ocupado puestos de trabajo más precarios, sin estabilidad, prestaciones o seguridad social y con remuneraciones deprimidas, es decir, contexto de vulnerabilidad laboral que no se prevé que cambiará próximamente. La precariedad laboral de la mano de obra juvenil parece persistir en el tiempo e irse incrementando en lugar de disminuir.

Queda claro que en la coyuntura actual, caracterizada por la caída del crecimiento económico, aumento de los niveles de pobreza y escalada de la violencia vinculada al crimen organizado, la situación laboral de la población joven, que antes ya era preocupante, ahora requiere atención inmediata.

Los especialistas afirman que las posibles repercusiones de situaciones de exclusión laboral en la trayectoria futura de la población joven pueden ser muy elevadas, pues cuando la escuela y el trabajo pierden su potencial de fungir como ámbitos de integración social, es decir, cuando el sistema escolar no tiene capacidad de absorber y retener a las y los jóvenes y los mercados de trabajo no les ofrecen empleos suficientes, ni mucho menos de calidad, pocas son las vías alternas legítimas de que disponen para acceder a una vida mejor, ejercer sus derechos y para que haya igualdad social en el país.

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